Capítulo 26: La boda, Parte 1

>> miércoles, 15 de abril de 2009

Melisa recibió su regalo de bodas de Pedro unos días antes de la ceremonia religiosa. Lo recibió una mañana, cuando unos instantes antes del amanecer su futuro esposo tocó la puerta golpeando fuertemente y despertando a todos los habitantes de la casa. Sin revelar su secreto, Pedro la llevó a la orilla del bosque, a un terreno de varias hectáreas que era propiedad de su padre y le vendó los ojos antes de bajar de la camioneta que se había prestado.

Melisa, guiada cuidadosamente por las manos de su amado, de pronto se vio envuelta por el zumbido de innumerables abejas. Pero no se espantó. Se sintió agradablemente sorprendida cuando Pedro, quitándole la venda de los ojos le mostró media docena de panales de abejas pintadas en los más vivos colores.

“Tendrás mucho que aprender, pero tenemos tiempo.”

Melisa quedó mirando absorta su inesperado regalo. Nunca se hubiera sospechado que ese sueño que había dilucidado en la feria, ya tan remota en su memoria entre tantos preparativos de boda, se hiciera realidad, que efectivamente tendría un futuro de apicultora en frente.

“Allá en la bodega vieja está todo el equipo necesario. Pedí todo. No sé todavía para que sirve pero ya lo iremos descubriendo. Además pronto no vas a tener que usar la camioneta para venir hasta acá. En este terreno construiremos nuestra casa. Mi papá te lo va a dar como su regalo de bodas.”

Melisa giró sobre si misma abarcando con la vista el terreno. Todavía no era capaz de pronunciar palabra.

“Además tendremos unos vecinos bastante interesantes.¿ Ves la casa que está allá, a la orilla del acantilado?,” señaló Pedro, “allí vive una pareja de alemanes. Se retiraron hace algunos años cuando sus hijos terminaron con sus estudios. Don Jorge es uno de los pocos de este pueblo con quien me gusta platicar de vez en cuando. Siempre que lo hago me enseña cosas nuevas, me da ideas nuevas y es realmente increíble. No dudaría que hasta nos puede enseñar a cuidar nuestras abejas.”

Melisa, muda todavía, se abrazó a Pedro transmitiéndole así su agradecimiento.

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Capítulo 26: La boda, Parte 2

Lo que no le mencionó Pedro a Melisa, por desconocer ese detalle, es que el señor Seeman, que ese era el apellido del señor alemán, un poco más lejos, en el interior del bosque, había mandado a construir dos pequeñas casas más para sus hijos. Una de ellas, en estos momentos estaba ocupada por Maritza y Delfino. La muchacha había decidido hacer escala en la casa de sus padres mientras resolvía cómo y cuando podía ir a las Islas Vírgenes para ampliar su conocimiento sobre los mamíferos marinos. Ambos habían arribado la noche anterior y nadie en el pueblo, salvo los Seeman, sabía de su presencia.

Unas horas más tarde, los cuatro habitantes del complejo se reunían en torno a una bien dispuesta mesa de desayuno en una veranda techada que tenía una espléndida vista panorámica sobre el valle ubicado al fondo del acantilado.

“¡Qué vista tan increíble tienen desde aquí!,” comentó Delfino entre dos bocados interrumpiendo el silencio, “aunque parezca raro comentarlo, se parece a la vista que tenemos en casa cuando uno se trepa a los acantilados de la costa. Solo que aquí abajo hay matices interminables de verdes y allá los matices son más bien azules y azul verdes.”

“Si, señor, no hay nada como una vista hasta el horizonte,” afirmó el señor Seeman, “por eso escogí este lugar para construir mi casa. Aquí uno no se siente limitado por nada. El espíritu vuela libre. Y, si hubiera escogido otro lugar hubiera sido probablemente un acantilado a la orilla del mar como el que describes.”

“Qué bueno que estamos aquí,” comentó su esposa, “yo no comparto la pasión de Maritza por el mar. El mar me asusta. Quizá tenga que ver con los recuerdos de mi infancia cuando siempre temíamos que la marea alta terminara por acercarse demasiado a nuestras casas.”

“Mi madre se crió en un paisaje maravilloso. Se llama el Wat y está en el norte de Alemania. Durante la marea baja puedes adentrarte en el mar por kilómetros caminando sin que agua te suba más allá de las rodillas. Si te portas bien, algún día te invito para que lo conozcas,” explicó Maritza.

“¿Me estás ofreciendo una relación más duradera entre nosotros?,” contestó Delfino sonriendo.

“Eso todavía te lo tienes que ganar. Por lo pronto confórmate con estar a mi lado,” replicó la muchacha riendo.

La familia siguió desayunando y ni Maritza, ni Delfino pasaron por alto las miradas evaluativas que los señores Seeman destinaban al muchacho.

“El fin de semana estamos invitados a una auténtica boda de pueblo. La más grande que se puedan imaginar. Al líder de los madereros se le casa su hijo y todos especulan que echará la casa por la ventana,” comentó finalmente la madre de Maritza, “espero que todavía estén presentes y nos puedan acompañar. Creo que va a ser algo memorable.”

“Supongo que eso de las Islas Vírgenes no va a ser tan rápido como esperaba. Hay muchas cosas que tengo que resolver antes, así que supongo que vas a poder contar con nosotros,” respondió Maritza, “no creo que Delfino se canse de este mar verde tan rápidamente.”

“Entonces propongo que te pongas a trabajar en tus asuntos, mientras me subo con Delfino a mi estudio para enseñarle mi maqueta.”

“Claro, papá, se que tienes que presumir tu Bienenstadt siempre que tengas la oportunidad de hacerlo y no te voy a robar ese placer,” se rió Maritza, con lo que el desayuno quedó concluido. Los hombres subieron al estudio, mientras las mujeres llevaban los restos del desayuno a la cocina.

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Capítulo 26: La boda, Parte 3

Una vez llegados al estudio, Delfino se llevó una buena sorpresa. En el centro del espacio que tenía un enorme ventanal con una vista del todo semejante a la de la veranda, el señor Seeman había construido una maqueta que representaba fielmente todos los detalles del valle que se veía desde la ventana. En el centro del valle había construido toda una ciudad futurista. Lo que la hacía original era la forma como estaban repartidos los espacios que claramente eran hexágonos integrados por medio de círculos concéntricos.

“Esa es mi “Bienenstadt”, comentó don Jorge, “la ciudad del futuro”.

“¿Cómo dijo que se llamaba?”

“Se llama “Bienenstadt”, lo que es alemán y significa ciudad de las abejas,” se rió el alemán, “pero la culpa no la tienen realmente los hexágonos agrupados como panales circulares sino Maritza. Cuando era pequeña era tan inquieta, siempre haciendo cosas, volando de una cosa a otra que la apodé “Biennchen”, abejita.”

Delfino observó detalladamente la ciudad en la maqueta.

“¿Me podría explicar cómo es que funciona todo esto, señor? Hay cosas que logro identificar, pero la gran mayoría se me escapa.”

“Para ti soy Horst, si puedes pronunciarlo, o si no, Jorge que es la traducción aproximada y pronunciable de mi nombre. Si estás preparado te lo puedo explicar con lujo de detalles, pero por el momento te digo lo básico, porque sospecho que mi hija se va a aparecer en cualquier momento y ha escuchado todo esta tantas veces que evidentemente ya se aburre.”

“Soy todo orejas, Jhorstt”

“Buen esfuerzo de pronunciación, casi le atinas. Mira, se trata en suma de una ciudad diseñada para albergar a 10 millones de personas. En un área que es aproximadamente la décima parte de lo que hoy en día abarca la ciudad de México en la que vive aproximadamente el doble de personas. Las ciudades que existen actualmente son muy ineficientes. No hay una relación apropiada entre los espacios. Consumen demasiado tiempo, demasiada energía y demasiados recursos. Esto no pasaría en la ciudad que ves. Funciona con una lógica muy diferente. Lo primero es que no hay automóviles particulares. Todo el desplazamiento sucede con transportes públicos mucho más eficientes. En cada uno de estos ejes, que se ven como rayos que salen del centro de la ciudad, hay un monorriel que solo hace paradas en los círculos concéntricos. En cosa de 15 minutos estarías viajando de un extremo de la ciudad al otro. En las avenidas circulares concéntricas el desplazamiento es un poco más lento. Es un sistema inspirado en los tranvías pero con recorridos más frecuentes. Digamos que alguien solo tendría que esperar dos o tres minutos para abordar uno de ellos y estarían regulados electrónicamente desde una central que equilibra el tiempo de paradas y abordaje con los diferentes desplazamientos necesarios. Dar la vuelta completa en la avenida concéntrica exterior más grande llevaría unas dos horas, para que te des una idea. Pero puedes acortar ese recorrido en cualquier eje trasbordando al monorriel y luego a otro en la estación que está en el centro de la ciudad.”

“Entiendo, eso significa que los tiempo de recorrido máximos de un lugar a otro de la ciudad serían como de 20 minutos sin contar el tiempo que lleve el trasbordo.”

“Más o menos, lo he optimizado todo en 25 minutos,” adujo el alemán, “mi pasión siempre ha sido la arquitectura y la tecnología y, sobre todo, combinar ambas cosas eficientemente cosa que en nuestro mundo actual está lejos de suceder.”

“Supongo que es porque la tecnología se va adaptando a lo existente y no al revés.”

“Exactamente, ese es el punto. Pero, sigue viendo, la clave de toda la ciudad es ese centro. Es la construcción más importante de toda la ciudad. Su centro neurálgico por decirlo de alguna manera. Tiene varias funciones. En primer lugar es el centro nodal del transporte colectivo. Todo pasa por allí. En segundo lugar alberga todas las instalaciones cívicas necesarias para el gobierno. Una cámara para los representantes ciudadanos, oficinas para los empleados necesarios para organizar todo, cines, teatros, salas de conciertos, museos y todo lo necesario para el intercambio cultural de la gente. No hay lugares donde se pueda comprar nada. Con la cultura no se comercia y hay que mantenerla gratuita y libre para todo el que quiera participar en ella. Todo lo que te dije está en parte debajo de la tierra en varios niveles de sótanos y en parte sobre ella. Hasta abajo estaría el centro de cómputo de toda la ciudad. Es necesario que absolutamente todo suceda computarizadamente. Sólo una buena computadora, con todos los respaldos, rechequeos y otros controles puede garantizar el buen funcionamiento de una ciudad del futuro. Hay que descartar lo más posible la intervención humana. Esto es lo que ha hecho un desastre de las ciudades actualmente existentes.”

“Suena interesante...”

“Bien, la recreación de los ciudadanos sigue en el cinturón alrededor del centro. Pero es una recreación útil por decirlo de alguna manera. La idea es hacer colectivo el hobby históricamente más importante para los seres humanos. Me refiero a la jardinería. Cada quinto ser humano es un jardinero apasionado. Muchos no pueden dar rienda suelta a su instinto jardinero y aquí en pensado en canalizar esas inquietudes productivamente. Esos jardines cultivados por la gente podrían proporcionar una buena cantidad de alimento si se planifica correctamente. Podría alimentar a todos si no consideramos la carne y los granos.”

“¿En un espacio tan pequeño?”

“Asombroso ¿no? Pero disertar sobre como logarlo sería un tema para todo un día. Se llama cultivo agrointensivo y para que te des una idea bastaría con un territorio fértil del tamaño de Australia para abastecer de comida a toda la humanidad.”

“Y lo que sigue en el siguiente círculo parecen fábricas.”

“Algo por el estilo. Les llamo los lugares de trabajo limpio. Allí estarían todos los sitios de trabajo que necesitan mano de obra intensiva y pocos insumos. Sería demasiado complicado transportar todo eso hacia el centro de la ciudad y hay que dejarlo en la periferia. Esos lugares de trabajo estarían alternados con los centros educativos, la atención hospitalaria y la atención a los ciudadanos en general, por ejemplo a los ancianos.”

“¿Y luego siguen las viviendas?” dijo Delfino señalando el tercer círculo que estaba constituido por numerosos edificios.

“Si, son edificios inteligentes y modulares. Los módulos están adaptados a las necesidades familiares y los hay de diferentes tamaños y formas. Cada uno de los módulos queda acoplado a una torre central y cada torre puede soportar hasta cien módulos en 25 pisos. La torre central abastece de todo lo necesario a las viviendas. No solo de los servicios a los que estás acostumbrado como el agua, el gas o el teléfono. Hay canales para verter diferentes tipos de basura, un cuarto de lavado que compartirían cada 8 viviendas, una sala de usos múltiples para cada tres pisos y comercios y tiendas en la base para que todos los habitantes solo tengan que bajar por un elevador y obtener todo lo que se necesita cotidianamente como la comida. Cada torre además tiene algunos espacios especializados que comparte con otras torres vecinas, por ejemplo los almacenes de ropa, u otros comercios especializados. La idea es que nadie tenga que salir de su hexágono para adquirir absolutamente todo lo que necesita. Nadie tiene que desplazarse innecesariamente.”

“¿Ya le dijiste que los módulos son independientes energéticamente o todavía no llegas a este punto?,” preguntó Maritza entrando en el estudio.

“Te dije que nos iban a interrumpir rápidamente. Siempre es así. Mi hija hace como si ya no le interesara la ciudad y luego se muere de ganas de ver las nuevas adiciones.”

“Veo que resolviste la parte de la fábrica de módulos que estabas resolviendo la vez pasada,” comentó la muchacha después de observar unos instantes la maqueta.

“Lo ves, Delfino, a veces está más informada que yo mismo y la verdad no hubiera podido avanzar sin sus constantes ideas y comentarios. En el fondo es una mujer muy inteligente. Haríamos un buen equipo y es una lástima que Poseidón me la haya robado.”

“Bueno, papá, hay una leyenda que dice que la ciudad donde vive Poseidón en el fondo del mar es bastante semejante a esta. Puede ser que un día de estos la descubra. Sería interesante poder compararla. Además, vas a tener a Delfino todo un mes. Me acaban de decir que el investigador que quería contactar está fuera de vacaciones y sin su intercesión estaremos varados por aquí un rato.”

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Capítulo 26: La boda, Parte 4

El sábado siguiente la Iglesia de San Juan estaba más llena que nunca. No había muchos en el pueblo dispuestos a perderse la ceremonia religiosa en la que Pedro, el hijo del hombre más importante del pueblo se iba a casar con una de sus habitantes más marginadas. Era como una boda de cuento, solamente que en esta ocasión el príncipe y la princesa eran personas que todo el mundo conocía.

EL padre Jerónimo se esmeró en redactar un sermón de matrimonio completamente nuevo y muchos sospechaban que lo oirían en todas las misas semejantes de los años venideros. Pedro padre había mandado a traer un coro de la capital y dos grupos para que tocaran en el banquete.
La comida corrió a raudales. Se sirvieron los platillos que eran tradicionales en la región para tales ocasiones, la barbacoa de borrego y el guajolote en mole, acompañados de frijoles, arroz verde y rojo, y tortillas azules echadas a mano por media docena de mujeres que no se daban abasto.

Los novios al recorrer las mesas para saludar a los comensales sufrieron una transformación profunda. Pedro, que en su interior siempre había rechazado a la gente del pueblo aspirando a una vida urbana más acomodada, se dio cuenta que esta gente era la suya, que la vida le tenía preparado un papel en el que eran fundamentales. Melisa se extrañó primero por la transformación que el simple hecho de casarse operaba en la gente. Muchos, que toda la vida le habían hablado con un despectivo “tú”, ahora la saludaban con un usted casi reverencial. La hija de la señora de la tienda se transformó en un personaje central del pueblo y Melisa decidió que iba a aprovechar ese cambio de percepción para que con su ejemplo la gente tuviera una inspiración para cambiar y mejorar sus vidas. Todavía no sabía cómo, ni de con qué iba a construir ese ejemplo, pero intuía que tenía que ser auténticamente ella para lograrlo.

Informados de la pasión de Melisa por la miel y las abejas, los padrinos del pastel, el presidente municipal y su esposa, se abstuvieron de traer el tradicional pastel de bodas y encargaron uno a un pastelero de origen libanés de un pueblo vecino que usaba la miel copiosamente como era tradicional en su cultura de origen.

El festejo culminó con castillos y toritos de fuegos artificiales contratados ex profeso con los mejores expertos de Tultepec.

En una de las mesas, pasó casi desapercibido un comensal invitado especialmente por el padre Jerónimo. Se trataba del nuevo médico de la clínica Rafael Guevara. Solamente Lilia, la hermana menor de Melisa cuyo sueño era convertirse en enfermera se acercó a conversar con el personaje a insistencia del mismo sacerdote quien la informó de su nuevo puesto y la importancia que iba a tener el experimento médico para el pueblo. Rafael decidió contratar a la muchacha de inmediato a pesar de absoluta falta de experiencia. Una intensión tan fervorosa tenía que ser fomentada y la chica ya aprendería rápidamente lo necesario.

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